Alguna vez te habrás preguntado ¿qué es la violencia obstétrica? Pues bien, la violencia obstétrica es la práctica o conducta, realizada por un profesional sanitario que atiende a una mujer durante el embarazo, parto o puerperio, que por una acción u omisión puede ser o se puede percibir como violenta.
La violencia obstétrica puede adoptar diversas formas, y se puede presentar tanto física como psicológica.
La violencia obstétrica física, es aquella conducta o práctica en la mujer embarazada o que ha dado luz, que inciden directamente en su cuerpo.
Como por ejemplo, no administrar anestésicos cuando la paciente va a sufrir una intervención dolorosa y no es consciente de ello o no se le ha informado, del mismo modo proveer de una medicalización excesiva e innecesaria, realizar episiotomías sin informar o sin el consentimiento de la madre, practicar una cesárea cuando realmente no es necesaria, pero facilita las jornadas de los profesionales sanitarios...
La violencia obstétrica psicológica es aquélla que se proyecta y afecta a la mente de la paciente, y la cual perjudica enormemente el proceso del embarazo, parto y puerperio.
Como por ejemplo, tratar a la paciente con un tono infantil, no acompañar de la manera adecuada a una madre en el momento del parto, referir frases como: “aún no te has enterado qué haces aquí”, “el umbral de dolor de esa mujer es muy bajo”..., que son fruto de un trato vejatorio y autoritario. Sí, es evidente que la paciente sabe que está dando a luz, pero seguramente no ha sido bien informada de lo que iba a suceder y de cómo gestionar ese dolor o de los tipos de parto que podía optar.
Ninguna de las dos formas ayuda a la madre a tener una mejor experiencia y mucho menos a tener un resultado clínico óptimo. Es fundamental que se ofrezca una atención respetuosa y acorde con la realidad sociosanitaria que vivimos.
Esta práctica es deshumanizante y va radicalmente en contra de un imperativo ético y moral que debe tener siempre presente un profesional sanitario.
Como hemos dicho anteriormente, la violencia obstétrica es una violación a los derechos humanos de la mujer. Estos Derechos se encuentran recogidos en diferentes cuerpos normativos. A nivel internacionales en la Convención Belém do Pará, sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación en contra de la Mujer (CEDAW), que cuenta, además, con un Comité de la ONU, cuya función es instar a los países miembros, en la actualidad son 189 estados parte, cuando un particular o un grupo de personas denuncia un ser víctimas de una violación de cualquiera de los derechos establecidos en la Convención. En España existe un Observatorio de Violencia Obstétrica.
Pese a estos mecanismos, aún queda un largo camino para poder paliar este tipo de prácticas de abuso de poder y deshumanizantes.
Son aterradores los casos que se dan en España. Un mínimo de un 40% de mujeres identifica haber sufrido violencia obstétrica. De este porcentaje un 83,4% no había aceptado mediante un consentimiento informado, el mero hecho de que te den una serie de folios tras la ecografía del tercer trimestre, bajo la advertencia del ginecólogo de que se firme, no supone un procedimiento de información y no exime de que se comente verbalmente con detalle por parte del profesional sanitario.
En los últimos años son varios los casos que han sido enjuiciados ante nuestros Órganos jurisdiccionales, entre otros, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra condenó a Salud foral a indemnizar a una mujer por mala praxis en su parto (febrero de 2019) y el Tribunal Supremo en una Sentencia de julio de 2020 falló en el sentido de que las lesiones en un parto no son accidente laboral.
La OMS define la violencia obstétrica como “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal”.
La OMS entre otras acciones incluye la no obtención de un consentimiento informado, la negativa a administrar medicamentos para el dolor, un descuido de la atención o violaciones graves de la intimidad… En resumen, cualquier praxis que no vele por un parto respetuoso.
Estos actos realizados por el profesional sanitario, son inapropiados y normalmente no son consensuados con la paciente y, de no ser así, no se informa de lo inadecuada y desaconsejable que es dicha práctica. En definitiva, se presenta un abuso de poder, por parte del profesional sanitario, frente a la autonomía de la mujer.
Esta praxis muchas veces se debe a la falta de formación e información, así como de habilidades técnicas, de los profesionales sanitarios.
Además, esta práctica institucional, lamentablemente, sigue siendo desconocida en muchas ocasiones, un considerable porcentaje de madres no han oído nunca hablar del término “violencia obstétrica”. No puede permitirse en una sociedad tan avanzada como en la que vivimos, que esto pueda seguir sucediendo.
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